sexta-feira, 13 de junho de 2014

Mons.Athanasius Schneider: Motivos teológicos y pastorales para recibir la Comunión en la lengua y de rodillas



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Santa Comunión-la majestad oculta del Amor Divino


15 diciembre 2013, Hong Kong


Seminario de Formación Litúrgica 2013-2014


Conferencia de Mons. Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, y Obispo titular de Celerina


Traducido por Adelante la Fe


La auténtica renovación y reforma de la vida de la Iglesia tiene que empezar por la renovación de la liturgia, es decir mediante la profundización de la devoción y el temor de Dios en los ritos litúrgicos. Tal renovación de la sagrada liturgia es la expresión más importante del “aggiornamento“, que el Beato Papa Juan XXIII tanto deseaba. San Josemaría Escrivá explicó la palabra “Aggiornamento” muy correctamente de esta manera:“[A]ggiornamento significa sobre todo la fidelidad. . . . la fidelidad delicada, operativa y constante [ ... ] es la mejor defensa contra la vejez del espíritu, la aridez del corazón y la inflexibilidad mental. . . . Sería por lo menos superficial pensar que el aggiornamento consiste principalmente en el cambio” (Conversaciones con Mons.Escrivá de Balaguer, ed. José Luis Illanes, Madrid 2012, pp 152-153). Por tanto, el Concilio Vaticano II dedicó su primer documento a la sagrada liturgia. Entre los principios de la reforma de la liturgia se pueden señalar los tres siguientes:


  1. Que los ritos puedan expresar más claramente su orientación a Dios, al Cielo y a la contemplación (Sacrosanctum Concilium, 2 y 8).


  1. Que la santidad de los textos y los ritos pueda expresarse con mayor claridad (Sacrosanctum Concilium, 21).


  1. Que no debería haber innovaciones, a menos que se conecten orgánicamente con la formas existentes y a menos que traigan auténtica utilidad espiritual (Sacrosanctum Concilium, 23).


La manera en que los fieles reciban la Sagrada Comunión muestra si la Sagrada Comunión es para ellos no sólo la realidad más sagrada, sino la más amada y ven en ella a la Persona más sagrada. La recepción del Cuerpo de Cristo exige, por tanto, fe profunda y pureza de corazón, y al mismo tiempo gestos inequívocos de adoración. Esta fue la característica constante de los Católicos de todas las edades, comenzando por los primeros Cristianos, desde los Cristianos en la época de la Padres de la Iglesia hasta los tiempos de nuestros abuelos y padres. Incluso en los primeros siglos, cuando en algunos lugares la Sagrada Hostia era depositada por el sacerdote en la palma de la mano derecha, o en un tela blanca que cubría la mano derecha de las mujeres, no se permitía a los fieles durante la Santa Misa tocar el pan consagrado con sus dedos. El Espíritu Santo guió a la Iglesia instruyéndola más profundamente sobre la manera de tratar la santa humanidad de Cristo en la Santa Comunión. La Iglesia Romana en el siglo 6 º distribuye la sagrada Hostia directamente en la boca, tal como se testifica en una obra del Papa Gregorio Magno (cf. Dial., 3). En la Edad Media los fieles comenzaron a recibir el Cuerpo de Cristo de rodillas, en una expresión más clara exteriormente de adoración (cf. San Columbano, Regula coenobialis, 9).


En nuestros tiempos, y ya pasaron 40 años, hay una profunda herida en el Cuerpo Místico de Cristo. Esta profunda herida es la práctica moderna de la comunión en la mano, una práctica que difiere esencialmente del rito análogo de los primeros siglos, como se ha descrito anteriormente. Este práctica moderna es la herida más profunda del Cuerpo místico de Cristo, porque se dan en ella las siguientes cuatro deplorables manifestaciones:


  1. Un minimalismo sorprendente en los gestos de adoración y reverencia. En general, en la práctica moderna de la Comunión en la mano hay casi una ausencia de todo signo de adoración.


  1. Un gesto igual a como uno trata a los alimentos comunes, es decir: recoger con los propios dedos la Sagrada Hostia en la palma de la mano izquierda y llevarla uno mismo a la boca. La práctica habitual de tal gesto provoca en un no pequeño número de fieles, y sobre todo en niños y adolescentes, la percepción de que en la Sagrada Hostia no está presente la Divina Persona de Cristo, sino más bien un símbolo religioso, puesto que tratan la Sagrada Hostia exteriormente de igual manera como tratan un alimento común: tocándolo con sus propios dedos y poniendo la comida con los dedos en la propia boca.


  1. La pérdida de numerosos fragmentos de la Santísima Hostia: a menudo caen pequeños fragmentos en el espacio entre el ministro y el comulgante por falta de uso de la bandeja de la Comunión. A menudo, quedan fragmentos de la Sagrada Hostia en la palma y en los dedos de la persona que recibe la comunión y luego se caen. A menudo estos numerosos fragmentos caen al suelo donde son pisoteados por la gente sin darse cuenta siquiera de los fragmentos.


  1. El robo cada vez mayor de las Sagradas Hostias, puesto que la forma de recibirla directamente con la propia mano facilita enormemente el robo.


No hay nada en la Iglesia y en esta tierra, que sea tan sagrado, tan divino, tan vivo y tan personal como la Santa Comunión, ya que es el mismo Señor Eucarístico. Y tales cuatros cosas deplorables suceden con Él. La práctica moderna de la Comunión en la mano nunca ha existido en esta forma concreta. No es comprensible que muchas personas en la Iglesia no reconozcan esta herida, consideren este asunto como algo secundario, y que incluso se pregunten por qué uno habla de este tema. Y lo que es aún más incomprensible: muchos en la Iglesia incluso defienden y difunden esta práctica de la Comunión.


Ha sido constante la creencia y práctica de la Iglesia de que Cristo, realmente presente bajo las especies del pan, tiene que recibir Divina adoración, tanto interna como externamente. Tal acto de adoración es referenciado en la Sagrada Escritura con la palabra griega “proskynesis” (προσκύνησις). Nuestro Señor Jesucristo rechazó las tentaciones del demonio y proclamó el primer deber de todas las criaturas : “Al Señor tu Dios adorarás” (Mt 4:10). El evangelista utiliza aquí la palabra “proskynesis“. En la Biblia, el acto de adoración a Dios era realizado exteriormente de la siguiente manera: de rodillas e inclinando la cabeza hacia la tierra o con postración. Tal acto de adoración lo llevó a cabo el mismo Jesús, su Santísima e Inmaculada Madre, la Virgen María, y San José, cuando como cada año visitaron el Templo de Jerusalén. En este forma de “proskynesis” fue venerado el Cuerpo de Cristo, el Dios encarnado: en primer lugar por los tres reyes magos (Mt 2:11); las numerosas personas que fueron sanadas por Jesús realizaron también este acto exterior de adoración (cf. Mt 8:02, 9:18, 15:25), las mujeres que vieron al Señor resucitado en la mañana de Pascua cayeron en presencia de su cuerpo glorioso y lo adoraron (Mt 28:9), la Apóstoles lo adoraron postrándose cuando vieron el cuerpo de Cristo ascendiendo al Cielo (Mt 28:17; Lc 24:52), los ángeles y todos los santos redimidos y glorificados en la Jerusalén celestial se postran delante adorando la humanidad glorificada de Cristo, simbolizado en el “Cordero” (Ap 4:10).


Este gesto simboliza que es Cristo en la persona del sacerdote quien está alimentando a los fieles. Además, este gesto simboliza la actitud de humildad y el espíritu de infancia espiritual, que el mismo Jesús exige de todos los que quieran recibir el reino de Dios (Mt. 18:03). Durante la Santa Comunión la Hostia Santa es el reino celestial real, porque está Cristo mismo, en cuyo Cuerpo mora la Divinidad (cf. Col 2:9). Por lo tanto el gesto exterior más apropiado para recibir el reino de Dios como un niño, es hacerse pequeño, arrodillarse y permitir ser alimentado como un niño pequeño, abriendo la boca. Sin duda el rito de recibir el Cuerpo Divino de Cristo en la Santa Comunión de rodillas y en la lengua fue elaborado durante varios siglos en la Iglesia con la guía del Espíritu Santo, el Espíritu de santidad y piedad. La abolición de los gestos explícitos de adoración durante la Santa Comunión, que es la abolición de arrodillarse y la abolición del gesto inspirado bíblicamente de la recepción del Cuerpo de Cristo como un niño en la lengua, estoy seguro que no traerá un un florecimiento más fuerte de la fe ni de la devoción eucarística. Las siguientes palabras del Concilio Ecuménico de Trento permanecen siempre válidas y siguen siendo muy actuales en nuestros días:


“No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Angeles de Dios (Heb 1:6)”. Concilio de Trento. Decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cap. 5



Razones teológicas y litúrgicas para recibir la comunión de rodillas y en la boca


1


La sagrada Hostia es lo más sagrado y grande en esta tierra, porque se trata del Señor Mismo. En consecuencia, debe administrarse de forma que al recibir la Sagrada Comunión se garantice con la mayor seguridad posible contra la pérdida incluso de los más pequeños fragmentos de la hostia consagrada, así como contra el robo de la misma. Además el rito de la Comunión debe expresar de la manera más evidente posible su aspecto sagrado y sublime, debiendo distinguirse claramente del gesto de tomar un alimento profano. Estas exigencias se expresan sin lugar a dudas con el rito de recibir la comunión de rodillas y dejar ser “alimentados” por el sacerdote, que significa permitir que la hostia consagrada puede ponerse en la lengua. Por el contrario, la forma moderna de recibir la hostia consagrada en la palma de la mano, y después ponerla uno mismo en la boca, es más similar a la manera de tomar los alimentos profano (esto difiere esencialmente de un rito similar en la Iglesia Antigua). Tales escenas pueden observarse a menudo en recepciones con “buffet” o en la distribución de dulces en las guarderías.


2


El aspecto interior por sí solo no es suficiente en el culto a Dios, porque Dios se hizo hombre, se convirtió en visible. Una adoración exclusiva o predominantemente interior de la hostia consagrada durante la Comunión con la exclusión del aspecto exterior no es encarnacional. Tal adoración eucarística es “platónica”, es protestante y en última instancia gnóstica. El hombre es esencialmente también visible y corporal. En consecuencia, la adoración del Cuerpo eucarístico de Cristo debe ser necesariamente también exterior y corporal. Tal adoración es adecuada a la dignidad del hombre, aunque el más importante de tales cultos sigue siendo el aspecto interior. Ambos aspectos son inseparables uno del otro.


3


El cuerpo humano entero y cada una de sus partes es un templo del Espíritu Santo. Por lo tanto no es correcto contrastar la mano con la lengua. Uno no debe decir: “La mano es más digna que la lengua”, o al contrario.


4


Quién comete los pecados no es la lengua o la mano, sino la persona. El pecado comienza en los pensamientos y es imputado a la voluntad. Por lo tanto, es incorrecto decir: “Uno peca más con la lengua que con la mano”. La lengua sigue siendo inocente, porque la persona es la que peca con sus facultades del intelecto y de la voluntad.


5


El simbolismo de la boca expresa de una manera más convincente el contenido espiritual y religioso: el beso como una imagen del acto interior y espiritualizado del amor (cf. Cantar de los Cantares; Sal 84:11: “La justicia y la paz se besarán”), pero sobre todo el beso litúrgico o el “santo beso fraterno” (cf. 1 Cor 16:20, etc.) La palabra “adoración” se deriva del latín “os ad os” (de boca en boca). La palabra procede de la boca: se trata de una imagen para la procesión de la PALABRA ETERNA DE DIOS. Jesús sopló de su boca el Espíritu Santo (cf. Jn 20,27).


6


Las palabras “Tomad y comed” (en griego “labete” [ λάβετε ]), Mt 26:26, deben ser traducidas correctamente “Recibid (aceptar) y comed”. Estas palabras fueron dirigidas inmediatamente a los Apóstoles, los sacerdotes de la Nueva Alianza, y no a la totalidad de los fieles. De lo contrario, las palabras “Haced esto en memoria mía”(Lc 22,19), se estarían dirigiendo a la totalidad de los fieles, lo que implicaría que participarían en el sacerdocio ministerial. Por otra parte, la palabra del griego “Lambanein” (λαμβάνειν) no significa el tocar con la mano, sino el acto de la recepción. Esta palabra “lambanein” se encuentra, por ejemplo, en las siguientes expresiones: “recibid el Espíritu de la verdad” (Jn 14:17), “Recibid el Espíritu Santo”(Jn 20, 22), etc. En la recepción de la Sagrada Comunión, la cuestión no es si “tomar o tocar con la mano”, la cuestión es acerca de un profundo acontecimiento espiritual: “que se permita recibir” el sacramento de la Eucaristía con el corazón, con el alma, y también, evidentemente, con el cuerpo y esto convenientemente por la lengua y de rodillas.


7


El Señor resucitado no permitió que su cuerpo glorioso fuera tocado por todo el mundo de forma indiscriminada (“No te acerques a mí”, “No me toques”, Jn 20:17). Sin embargo Él permitió que el Apóstol Tomás, por lo tanto, un sacerdote de la Nueva Alianza, tocara su cuerpo glorioso, y se podría decir su Cuerpo eucarístico (cf. Jn 20,27).


8


En el caso de la práctica de la Comunión en la lengua, una práctica que dura más de un milenio (ya ocurría desde los tiempos del Papa Gregorio el Grande), y en el caso de la Iglesias orientales católicas y de todas las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, donde la Sagrada Comunión se pone en la boca y a menudo incluso con una cuchara, no hay se conocen casos de decesos a causa de infección. Desde el punto de vista higiénico la mano tiene más bacterias que la lengua.


9


Cuando hoy en día uno recibe a una persona importante o venerable, se le atiende con toda una serie de detalles de manera escrupulosa, a nadie se le ocurriría decir: “Uno puede saludar a esta persona con las manos sucias sin lavar o sin signos claros de respeto” (por ejemplo, un rey o un presidente). ¿No es Nuestro Señor, presente bajo las especies de la pequeña hostia, más importante que un presidente o un rey? ¿No se debería en el caso de la recepción del Señor bajo las especies de la hostia tomarse medidas aún más detalladas y escrupulosas que en el caso de recibir a un rey o un Presidente y tratar a sus personas?


10


En el caso de la Comunión en la mano el mismo fiel pone la hostia sagrada en su lengua, en última instancia, también en este caso tenemos la Comunión en la lengua. La diferencia está en lo siguiente: en el caso de la comunión con la lengua es el sacerdote, representando a Cristo en este sagrado momento, quien pone la hostia sagrada en la lengua de los fieles. En el caso de la Comunión en la mano, sin embargo, es el mismo fiel, que pone la sagrada Hostia en su propia lengua.


11


El gesto de “poner la hostia uno mismo en la lengua” expresa sin duda menos el aspecto de la recepción en comparación con el gesto de “permitir que la hostia sea puesta por otra persona”. Este último gesto expresa de una manera muy impresionante la actitud de hacerse niño ante la grandeza de Dios, que está presente en la hostia consagrada. Este gesto expresa también la verdad: “a menos que os hagáis como niños … “ (Mt 18:03 ), y se podría decir : “a menos que sean como lactantes”, pues la Sagrada Escritura dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2-3). En última instancia, la “leche espiritual ” es Cristo mismo, y especialmente Cristo en la comida eucarística. Los bebés reciben alimentos sólo por la boca, el adulto, sin embargo, usa sus manos para llevar su alimento a la boca. Las siguientes palabras podrían ser aplicada a la Santa Comunión: “como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma.”. (Salmo 131:2). En efecto, Jesús no ha dicho: “a menos que os hagáis como adultos …”, sino todo lo contrario.


12


Cuando es el caso de lo más Sagrado, del Señor mismo, entonces tiene que ser válido este principio: “atrévete cuanto puedas a alabarle como merece” (“Quantum potes, aude tantum”, secuencia Lauda Sion de Santo Tomás de Aquino). Por lo tanto, aquí tiene que ser válido al máximo, y no el mínimo, tanto del interior como en la reverencia exterior. La pequeñez de la sagrada Hostia no justifica el tratamiento en el momento de la Santa Comunión con gestos minimalistas de adoración y sacralidad.


Razones pastorales para el retorno general de la comunión en la lengua y de rodillas


1


El rito actual de la Comunión en la mano nunca se ha practicado en la Iglesia Católica, ya que la llamada Comunión en la mano en la Iglesia Antigua difería sustancialmente del uso actual, que fue inventado por los calvinistas y que ni siquiera los luteranos aceptaron, los cuales incluso hasta en nuestros días mantienen el rito tradicional de la lengua y de rodillas.


2


El rito de los primeros siglos era de la siguiente manera: el pan consagrado se ponía en el palma de la mano derecha, luego los fieles se inclinaban profundamente (similar a lo que hoy es el gesto “Metanoia” [μετἀνοια] en el rito bizantino) y tomaban la comunión directamente con la boca sin tocar el pan consagrado con los dedos. Era de alguna manera una Comunión por boca, porque los fieles no ponían ellos mismos la comunión en la boca con sus dedos. Por otra parte, los fieles podían recoger con la lengua desde la palma de su mano los fragmentos sueltos del pan consagrado para que ninguno de los fragmentos pudiera perderse. Las mujeres recibían el pan consagrado sobre una tela blanca, llamada “dominicale”.


3


En el rito actual, declarado erróneamente como un rito de la Iglesia antigua, los fieles reciben la hostia no en la derecha sino en la mano izquierda y luego se toma la hostia con los dedos y se pone la Comunión en la boca. Esta manera fue inventada por los calvinistas ya en el siglo 17. Desde el punto de vista del gesto tal rito más bien es como una forma de auto-Comunión e igual que la forma de tomar alimentos comunes.


4


El Papa Pablo VI, dando la posibilidad de un indulto para la Comunión en la mano (cf. Instrucción “Memoriale Domini” de 29 de mayo de 1969), pidió sin embargo que el rito tradicional se conservase en toda la Iglesia:“Este modo de distribuir a la santa comunión [el tradicional], considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado”. Además: en el mismo documento la Santa Sede exhorta con vehemencia a los obispos, sacerdotes y fieles a observar diligentemente la ley vigente y confirma una vez más el derecho a recibir la Sagrada Comunión de la manera tradicional (véase ibid.) . Ya durante el Concilio Vaticano II el Siervo de Dios Papa Pablo VI declaró en su encíclica “Mysterium fidei” de 1965 , que no debe ser cambiado el rito de la Santa Comunión con referencia a una costumbre de la Iglesia antigua : “Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se encontrasen bajo la violencia de la persecución, ya por amor de la vida monástica viviesen en la soledad, solían alimentarse diariamente con la Eucaristía, tomando la sagrada Comunión aun con sus propias manos, cuando estaba ausente el sacerdote o el diácono. No decimos esto, sin embargo, para que se cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión, establecido después por las leyes eclesiásticas y todavía hoy vigente, sino sólo para congratularnos de la única fe de la Iglesia, que permanece siempre la misma.” (nn. 62-63). Algunos años antes el Siervo de Dios Papa Pío XII, en el mismo sentido, advirtió en contra de cambiar los actuales ritos eucarísticos y costumbres reverentes: “Así como ningún católico sensato puede rechazar las fórmulas de la doctrina cristiana compuestas y decretadas con grande utilidad por la Iglesia, inspirada y asistida por el Espíritu Santo, en épocas recientes, para volver a las fórmulas de los antiguos concilios, ni puede repudiar las leyes vigentes para retornar a las prescripciones de las antiguas fuentes del Derecho canónico; así, cuando se trata de la sagrada liturgia, no resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición de la divina Providencia y por la modificación de las circunstancias. Tal manera de pensar y de obrar hace revivir, efectivamente, el excesivo e insano arqueologismo despertado por el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por resucitar los múltiples errores que un día provocaron aquel conciliábulo y los que de él se siguieron, con gran daño de las almas, y que la Iglesia, guarda vigilante del «depósito de la fe» que le ha sido confiado por su divino Fundador, justamente condenó[53]. En efecto, deplorables propósitos e iniciativas tienden a paralizar la acción santificadora con la cual la sagrada liturgia dirige al Padre saludablemente a sus hijos de adopción.”(Encíclica “Mediator Dei”, nn .81-83).


5


Las razones de Pablo VI a favor del rito tradicional de la Comunión hoy más válidas que nunca:


  1. La creencia sobre la Presencia Real de Cristo en el misterio eucarístico era mucho más profunda en toda la iglesia (cf. ibid.).
  2. La urgencia de una mayor reverencia exterior (cf. ibíd.).
  3. El sentimiento de humildad hacia este sacramento en quien lo recibe (cf.ibid.).


  1. Se trata de una tradición de muchos siglos (cf. ib.).


  1. Se garantiza de una manera más eficaz la solemnidad y la dignidad del momento de la distribución de la comunión (cf. ibíd.).


  1. Se evita de una manera más eficaz el peligro de profanación de las sagradas especies (cf. ib.).


  1. Por la manera tradicional se conserva de una manera más diligente al cuidado de la Iglesia de que ningún fragmento del pan consagrado pueda perderse (cf. ibíd.).


6


Los recelos del Papa Pablo VI se han cumplido de manera indiscutible en base a la experiencia de la comunión en la mano en los últimos 40 años:


  1. La disminución de la reverencia hacia el Santísimo Sacramento del Altar (cf. ibíd.).
  2. Las profanaciones del mismo sacramento (cf. ibíd.).
  3. La alteración de la recta doctrina y la fe eucarística (cf. ibíd.).


7


Las condiciones en las que el Papa Pablo VI concedió la posibilidad de un indulto no han sido observadas o cumplidas, y en general la situación general que inspiraron dichas condiciones generales son hoy bastante peores. Pablo VI requería evitar cualquier peligro (cf. ib.):


  1. El peligro de la caída de la reverencia.
  2. La insinuación de opiniones erróneas sobre la Sagrada Eucaristía
  3. Otras cosas impropias.


8


Por otra parte, el Papa Pablo VI esperaba que la nueva forma del rito de la Comunión traería un aumento de la fe y de la piedad de los fieles (cf. ibíd.). Esta expectativa, sin embargo, se ve contradicha hoy en día por los hechos a causa de la Comunión en la mano.


9


En vista de los peligros reales y teniendo en cuenta la opinión negativa de la mayoría del episcopado católico, que fue consultado sobre este tema en 1968, la Instrucción “Memoriale Domini” indicaba que Pablo VI pensaba que el rito tradicional de administrar la Comunión no debía cambiarse (cf. ibíd.).


10


El rito actual de la Comunión en la mano, que nunca perteneció al patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica (porque fue inventado por los calvinistas y difiere sustancialmente del rito en los primeros siglos de la Iglesia), ha causado y sigue causando un daño de dimensiones verdaderamente preocupantes, es decir: dañando la verdadera fe eucarística, la reverencia y el cuidado con el Fragmentos eucarísticos en el límite de lo soportable.


11


La Eucaristía es el culmen y la fuente de toda la vida de la Iglesia (Vaticano II), la Iglesia vive de la Eucaristía (Encíclica y testamento del Beato Juan Pablo II) y la Eucaristía es por consiguiente el corazón mismo de la Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia de hoy se revela en la manera en que esta fuente y este corazón se tratan concretamente. Sin embargo, a causa de la Comunión en la mano y de pie, el Santísimo se trata con un verdadero minimalismo de reverencia exterior y sacralidad, y por otra parte, el pan consagrado, el más precioso tesoro de la Iglesia, se expone con una asombrosa falta de cuidado a una enorme pérdida de fragmentos eucarísticos y al cada vez mayor robo con fines sacrílegos. estos son hechos que nadie de buena fe puede negar.


12




La propia crisis de la Iglesia de hoy es en realidad una crisis de la Eucaristía y más concretamente una crisis causada de manera decisiva por la comunión en la mano, una crisis pronosticada por Pablo VI y demostrada hoy en día por los hechos. Una auténtica reforma de la Iglesia y una nueva evangelización real seguirán siendo menos eficaces si no curamos la enfermedad principal, que es la crisis general Eucarística y más concretamente la crisis provocada por el rito de la Comunión en la mano. La enfermedad se cura más eficazmente no con la cura de los síntomas, sino con la cura de la causa concreta. Se habla sin duda de una manera general y teórica sobre la necesidad de un mayor respeto y cuidado del pan consagrado. Sin embargo, mientras permanezca la causa concreta de la irreverencia y de la dejadez generalizada, es decir, la comunión en mano, los discursos y los programas necesarios de una reforma y de una nueva evangelización no tendrán un gran efecto en el ámbito de la fe y de la piedad eucarística, que es el corazón de la la vida de la Iglesia.


13


El más pequeño, el más frágil, el más indefenso hoy en día en la Iglesia es el Señor eucarístico bajo las especies eucarísticas en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión. ¿No sería una demanda más lógica de la fe y del amor hacia el Señor eucarístico y una medida pastoral más necesaria prever que podría haber una manera más sagrada y más segura de distribuir la comunión con el fin de defender al Señor en la Eucaristía, que es el más frágil y al mismo tiempo el más sagrado? Esa manera más sagrado y más segura es el rito de la Comunión en la lengua y de rodillas, que ha dado abundantes frutos durante más de mil años, como recordó el Papa Pablo VI y también su sucesores, sobre todo el Papa Benedicto XVI.


14


Se pueden aducir razones pastorales a favor de continuar con la práctica de la Comunión en la mano, como por ejemplo el derecho de los fieles a elegir. Este derecho, sin embargo, viola -teniendo en cuenta las proporciones generales de la práctica- el derecho que tiene Jesús Eucarístico, es decir, el derecho a la mayor sacralidad y reverencia posibles. En este sentido se trata del derecho del más frágil en la Iglesia. Todas las razones en favor de la continuación de la práctica de la Comunión en la mano pierden su peso al enfrentar la gravedad de la situación del minimalismo de reverencia y sacralidad, el peligro evidente de la falta de cuidado y la pérdida de fragmentos y del creciente robo de las hostias consagradas. La continuación de la utilización del indulto de la Comunión en la mano no puede decirse que sea una necesidad pastoral, ya que daña la fe y la piedad de los fieles y daña los derechos del Señor Eucarístico mismo


15


Grandes santos que reformaron la Iglesia y verdaderas almas apostólicas en la historia de la Iglesia dijeron: el progreso espiritual de una época de la Iglesia se mide por la forma de reverencia y la devoción hacia el Sacramento del Altar. Santo Tomás de Aquino ha expresado esta verdad muy sucintamente: “Sic nos Tu visita, sicut Te colimus” (Santo Tomás de Aquino, himno “Sacris solemniis”): ¡Señor, visítenos en la medida en que te veneramos! Esto es válido también para nuestros días: el Señor visitará a Su Iglesia hoy en día con gracias especiales de una auténtica renovación, tan deseada por el Beato Juan XXIII y los Padres del Concilio Vaticano II, en la medida en que es amado y también venerado de manera visible sobre todo en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión.

Mons.Athanasius Schneider: Motivos teológicos y pastorales para recibir la Comunión en la lengua y de rodillas

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Santa Comunión-la majestad oculta del Amor Divino

15 diciembre 2013, Hong Kong

Seminario de Formación Litúrgica 2013-2014

Conferencia de Mons. Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, y Obispo titular de Celerina

Traducido por Adelante la Fe

La auténtica renovación y reforma de la vida de la Iglesia tiene que empezar por la renovación de la liturgia, es decir mediante la profundización de la devoción y el temor de Dios en los ritos litúrgicos. Tal renovación de la sagrada liturgia es la expresión más importante del “aggiornamento“, que el Beato Papa Juan XXIII tanto deseaba. San Josemaría Escrivá explicó la palabra “Aggiornamento” muy correctamente de esta manera:“[A]ggiornamento significa sobre todo la fidelidad. . . . la fidelidad delicada, operativa y constante [ ... ] es la mejor defensa contra la vejez del espíritu, la aridez del corazón y la inflexibilidad mental. . . . Sería por lo menos superficial pensar que el aggiornamento consiste principalmente en el cambio” (Conversaciones con Mons.Escrivá de Balaguer, ed. José Luis Illanes, Madrid 2012, pp 152-153). Por tanto, el Concilio Vaticano II dedicó su primer documento a la sagrada liturgia. Entre los principios de la reforma de la liturgia se pueden señalar los tres siguientes:

  1. Que los ritos puedan expresar más claramente su orientación a Dios, al Cielo y a la contemplación (Sacrosanctum Concilium, 2 y 8).

  1. Que la santidad de los textos y los ritos pueda expresarse con mayor claridad (Sacrosanctum Concilium, 21).

  1. Que no debería haber innovaciones, a menos que se conecten orgánicamente con la formas existentes y a menos que traigan auténtica utilidad espiritual (Sacrosanctum Concilium, 23).

La manera en que los fieles reciban la Sagrada Comunión muestra si la Sagrada Comunión es para ellos no sólo la realidad más sagrada, sino la más amada y ven en ella a la Persona más sagrada. La recepción del Cuerpo de Cristo exige, por tanto, fe profunda y pureza de corazón, y al mismo tiempo gestos inequívocos de adoración. Esta fue la característica constante de los Católicos de todas las edades, comenzando por los primeros Cristianos, desde los Cristianos en la época de la Padres de la Iglesia hasta los tiempos de nuestros abuelos y padres. Incluso en los primeros siglos, cuando en algunos lugares la Sagrada Hostia era depositada por el sacerdote en la palma de la mano derecha, o en un tela blanca que cubría la mano derecha de las mujeres, no se permitía a los fieles durante la Santa Misa tocar el pan consagrado con sus dedos. El Espíritu Santo guió a la Iglesia instruyéndola más profundamente sobre la manera de tratar la santa humanidad de Cristo en la Santa Comunión. La Iglesia Romana en el siglo 6 º distribuye la sagrada Hostia directamente en la boca, tal como se testifica en una obra del Papa Gregorio Magno (cf. Dial., 3). En la Edad Media los fieles comenzaron a recibir el Cuerpo de Cristo de rodillas, en una expresión más clara exteriormente de adoración (cf. San Columbano, Regula coenobialis, 9).

En nuestros tiempos, y ya pasaron 40 años, hay una profunda herida en el Cuerpo Místico de Cristo. Esta profunda herida es la práctica moderna de la comunión en la mano, una práctica que difiere esencialmente del rito análogo de los primeros siglos, como se ha descrito anteriormente. Este práctica moderna es la herida más profunda del Cuerpo místico de Cristo, porque se dan en ella las siguientes cuatro deplorables manifestaciones:

  1. Un minimalismo sorprendente en los gestos de adoración y reverencia. En general, en la práctica moderna de la Comunión en la mano hay casi una ausencia de todo signo de adoración.

  1. Un gesto igual a como uno trata a los alimentos comunes, es decir: recoger con los propios dedos la Sagrada Hostia en la palma de la mano izquierda y llevarla uno mismo a la boca. La práctica habitual de tal gesto provoca en un no pequeño número de fieles, y sobre todo en niños y adolescentes, la percepción de que en la Sagrada Hostia no está presente la Divina Persona de Cristo, sino más bien un símbolo religioso, puesto que tratan la Sagrada Hostia exteriormente de igual manera como tratan un alimento común: tocándolo con sus propios dedos y poniendo la comida con los dedos en la propia boca.

  1. La pérdida de numerosos fragmentos de la Santísima Hostia: a menudo caen pequeños fragmentos en el espacio entre el ministro y el comulgante por falta de uso de la bandeja de la Comunión. A menudo, quedan fragmentos de la Sagrada Hostia en la palma y en los dedos de la persona que recibe la comunión y luego se caen. A menudo estos numerosos fragmentos caen al suelo donde son pisoteados por la gente sin darse cuenta siquiera de los fragmentos.

  1. El robo cada vez mayor de las Sagradas Hostias, puesto que la forma de recibirla directamente con la propia mano facilita enormemente el robo.

No hay nada en la Iglesia y en esta tierra, que sea tan sagrado, tan divino, tan vivo y tan personal como la Santa Comunión, ya que es el mismo Señor Eucarístico. Y tales cuatros cosas deplorables suceden con Él. La práctica moderna de la Comunión en la mano nunca ha existido en esta forma concreta. No es comprensible que muchas personas en la Iglesia no reconozcan esta herida, consideren este asunto como algo secundario, y que incluso se pregunten por qué uno habla de este tema. Y lo que es aún más incomprensible: muchos en la Iglesia incluso defienden y difunden esta práctica de la Comunión.

Ha sido constante la creencia y práctica de la Iglesia de que Cristo, realmente presente bajo las especies del pan, tiene que recibir Divina adoración, tanto interna como externamente. Tal acto de adoración es referenciado en la Sagrada Escritura con la palabra griega “proskynesis” (προσκύνησις). Nuestro Señor Jesucristo rechazó las tentaciones del demonio y proclamó el primer deber de todas las criaturas : “Al Señor tu Dios adorarás” (Mt 4:10). El evangelista utiliza aquí la palabra “proskynesis“. En la Biblia, el acto de adoración a Dios era realizado exteriormente de la siguiente manera: de rodillas e inclinando la cabeza hacia la tierra o con postración. Tal acto de adoración lo llevó a cabo el mismo Jesús, su Santísima e Inmaculada Madre, la Virgen María, y San José, cuando como cada año visitaron el Templo de Jerusalén. En este forma de “proskynesis” fue venerado el Cuerpo de Cristo, el Dios encarnado: en primer lugar por los tres reyes magos (Mt 2:11); las numerosas personas que fueron sanadas por Jesús realizaron también este acto exterior de adoración (cf. Mt 8:02, 9:18, 15:25), las mujeres que vieron al Señor resucitado en la mañana de Pascua cayeron en presencia de su cuerpo glorioso y lo adoraron (Mt 28:9), la Apóstoles lo adoraron postrándose cuando vieron el cuerpo de Cristo ascendiendo al Cielo (Mt 28:17; Lc 24:52), los ángeles y todos los santos redimidos y glorificados en la Jerusalén celestial se postran delante adorando la humanidad glorificada de Cristo, simbolizado en el “Cordero” (Ap 4:10).

Este gesto simboliza que es Cristo en la persona del sacerdote quien está alimentando a los fieles. Además, este gesto simboliza la actitud de humildad y el espíritu de infancia espiritual, que el mismo Jesús exige de todos los que quieran recibir el reino de Dios (Mt. 18:03). Durante la Santa Comunión la Hostia Santa es el reino celestial real, porque está Cristo mismo, en cuyo Cuerpo mora la Divinidad (cf. Col 2:9). Por lo tanto el gesto exterior más apropiado para recibir el reino de Dios como un niño, es hacerse pequeño, arrodillarse y permitir ser alimentado como un niño pequeño, abriendo la boca. Sin duda el rito de recibir el Cuerpo Divino de Cristo en la Santa Comunión de rodillas y en la lengua fue elaborado durante varios siglos en la Iglesia con la guía del Espíritu Santo, el Espíritu de santidad y piedad. La abolición de los gestos explícitos de adoración durante la Santa Comunión, que es la abolición de arrodillarse y la abolición del gesto inspirado bíblicamente de la recepción del Cuerpo de Cristo como un niño en la lengua, estoy seguro que no traerá un un florecimiento más fuerte de la fe ni de la devoción eucarística. Las siguientes palabras del Concilio Ecuménico de Trento permanecen siempre válidas y siguen siendo muy actuales en nuestros días:

“No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Angeles de Dios (Heb 1:6)”. Concilio de Trento. Decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cap. 5


Razones teológicas y litúrgicas para recibir la comunión de rodillas y en la boca

1

La sagrada Hostia es lo más sagrado y grande en esta tierra, porque se trata del Señor Mismo. En consecuencia, debe administrarse de forma que al recibir la Sagrada Comunión se garantice con la mayor seguridad posible contra la pérdida incluso de los más pequeños fragmentos de la hostia consagrada, así como contra el robo de la misma. Además el rito de la Comunión debe expresar de la manera más evidente posible su aspecto sagrado y sublime, debiendo distinguirse claramente del gesto de tomar un alimento profano. Estas exigencias se expresan sin lugar a dudas con el rito de recibir la comunión de rodillas y dejar ser “alimentados” por el sacerdote, que significa permitir que la hostia consagrada puede ponerse en la lengua. Por el contrario, la forma moderna de recibir la hostia consagrada en la palma de la mano, y después ponerla uno mismo en la boca, es más similar a la manera de tomar los alimentos profano (esto difiere esencialmente de un rito similar en la Iglesia Antigua). Tales escenas pueden observarse a menudo en recepciones con “buffet” o en la distribución de dulces en las guarderías.

2

El aspecto interior por sí solo no es suficiente en el culto a Dios, porque Dios se hizo hombre, se convirtió en visible. Una adoración exclusiva o predominantemente interior de la hostia consagrada durante la Comunión con la exclusión del aspecto exterior no es encarnacional. Tal adoración eucarística es “platónica”, es protestante y en última instancia gnóstica. El hombre es esencialmente también visible y corporal. En consecuencia, la adoración del Cuerpo eucarístico de Cristo debe ser necesariamente también exterior y corporal. Tal adoración es adecuada a la dignidad del hombre, aunque el más importante de tales cultos sigue siendo el aspecto interior. Ambos aspectos son inseparables uno del otro.

3

El cuerpo humano entero y cada una de sus partes es un templo del Espíritu Santo. Por lo tanto no es correcto contrastar la mano con la lengua. Uno no debe decir: “La mano es más digna que la lengua”, o al contrario.

4

Quién comete los pecados no es la lengua o la mano, sino la persona. El pecado comienza en los pensamientos y es imputado a la voluntad. Por lo tanto, es incorrecto decir: “Uno peca más con la lengua que con la mano”. La lengua sigue siendo inocente, porque la persona es la que peca con sus facultades del intelecto y de la voluntad.

5

El simbolismo de la boca expresa de una manera más convincente el contenido espiritual y religioso: el beso como una imagen del acto interior y espiritualizado del amor (cf. Cantar de los Cantares; Sal 84:11: “La justicia y la paz se besarán”), pero sobre todo el beso litúrgico o el “santo beso fraterno” (cf. 1 Cor 16:20, etc.) La palabra “adoración” se deriva del latín “os ad os” (de boca en boca). La palabra procede de la boca: se trata de una imagen para la procesión de la PALABRA ETERNA DE DIOS. Jesús sopló de su boca el Espíritu Santo (cf. Jn 20,27).

6

Las palabras “Tomad y comed” (en griego “labete” [ λάβετε ]), Mt 26:26, deben ser traducidas correctamente “Recibid (aceptar) y comed”. Estas palabras fueron dirigidas inmediatamente a los Apóstoles, los sacerdotes de la Nueva Alianza, y no a la totalidad de los fieles. De lo contrario, las palabras “Haced esto en memoria mía”(Lc 22,19), se estarían dirigiendo a la totalidad de los fieles, lo que implicaría que participarían en el sacerdocio ministerial. Por otra parte, la palabra del griego “Lambanein” (λαμβάνειν) no significa el tocar con la mano, sino el acto de la recepción. Esta palabra “lambanein” se encuentra, por ejemplo, en las siguientes expresiones: “recibid el Espíritu de la verdad” (Jn 14:17), “Recibid el Espíritu Santo”(Jn 20, 22), etc. En la recepción de la Sagrada Comunión, la cuestión no es si “tomar o tocar con la mano”, la cuestión es acerca de un profundo acontecimiento espiritual: “que se permita recibir” el sacramento de la Eucaristía con el corazón, con el alma, y también, evidentemente, con el cuerpo y esto convenientemente por la lengua y de rodillas.

7

El Señor resucitado no permitió que su cuerpo glorioso fuera tocado por todo el mundo de forma indiscriminada (“No te acerques a mí”, “No me toques”, Jn 20:17). Sin embargo Él permitió que el Apóstol Tomás, por lo tanto, un sacerdote de la Nueva Alianza, tocara su cuerpo glorioso, y se podría decir su Cuerpo eucarístico (cf. Jn 20,27).

8

En el caso de la práctica de la Comunión en la lengua, una práctica que dura más de un milenio (ya ocurría desde los tiempos del Papa Gregorio el Grande), y en el caso de la Iglesias orientales católicas y de todas las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, donde la Sagrada Comunión se pone en la boca y a menudo incluso con una cuchara, no hay se conocen casos de decesos a causa de infección. Desde el punto de vista higiénico la mano tiene más bacterias que la lengua.

9

Cuando hoy en día uno recibe a una persona importante o venerable, se le atiende con toda una serie de detalles de manera escrupulosa, a nadie se le ocurriría decir: “Uno puede saludar a esta persona con las manos sucias sin lavar o sin signos claros de respeto” (por ejemplo, un rey o un presidente). ¿No es Nuestro Señor, presente bajo las especies de la pequeña hostia, más importante que un presidente o un rey? ¿No se debería en el caso de la recepción del Señor bajo las especies de la hostia tomarse medidas aún más detalladas y escrupulosas que en el caso de recibir a un rey o un Presidente y tratar a sus personas?

10

En el caso de la Comunión en la mano el mismo fiel pone la hostia sagrada en su lengua, en última instancia, también en este caso tenemos la Comunión en la lengua. La diferencia está en lo siguiente: en el caso de la comunión con la lengua es el sacerdote, representando a Cristo en este sagrado momento, quien pone la hostia sagrada en la lengua de los fieles. En el caso de la Comunión en la mano, sin embargo, es el mismo fiel, que pone la sagrada Hostia en su propia lengua.

11

El gesto de “poner la hostia uno mismo en la lengua” expresa sin duda menos el aspecto de la recepción en comparación con el gesto de “permitir que la hostia sea puesta por otra persona”. Este último gesto expresa de una manera muy impresionante la actitud de hacerse niño ante la grandeza de Dios, que está presente en la hostia consagrada. Este gesto expresa también la verdad: “a menos que os hagáis como niños … “ (Mt 18:03 ), y se podría decir : “a menos que sean como lactantes”, pues la Sagrada Escritura dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2-3). En última instancia, la “leche espiritual ” es Cristo mismo, y especialmente Cristo en la comida eucarística. Los bebés reciben alimentos sólo por la boca, el adulto, sin embargo, usa sus manos para llevar su alimento a la boca. Las siguientes palabras podrían ser aplicada a la Santa Comunión: “como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma.”. (Salmo 131:2). En efecto, Jesús no ha dicho: “a menos que os hagáis como adultos …”, sino todo lo contrario.

12

Cuando es el caso de lo más Sagrado, del Señor mismo, entonces tiene que ser válido este principio: “atrévete cuanto puedas a alabarle como merece” (“Quantum potes, aude tantum”, secuencia Lauda Sion de Santo Tomás de Aquino). Por lo tanto, aquí tiene que ser válido al máximo, y no el mínimo, tanto del interior como en la reverencia exterior. La pequeñez de la sagrada Hostia no justifica el tratamiento en el momento de la Santa Comunión con gestos minimalistas de adoración y sacralidad.

Razones pastorales para el retorno general de la comunión en la lengua y de rodillas

1

El rito actual de la Comunión en la mano nunca se ha practicado en la Iglesia Católica, ya que la llamada Comunión en la mano en la Iglesia Antigua difería sustancialmente del uso actual, que fue inventado por los calvinistas y que ni siquiera los luteranos aceptaron, los cuales incluso hasta en nuestros días mantienen el rito tradicional de la lengua y de rodillas.

2

El rito de los primeros siglos era de la siguiente manera: el pan consagrado se ponía en el palma de la mano derecha, luego los fieles se inclinaban profundamente (similar a lo que hoy es el gesto “Metanoia” [μετἀνοια] en el rito bizantino) y tomaban la comunión directamente con la boca sin tocar el pan consagrado con los dedos. Era de alguna manera una Comunión por boca, porque los fieles no ponían ellos mismos la comunión en la boca con sus dedos. Por otra parte, los fieles podían recoger con la lengua desde la palma de su mano los fragmentos sueltos del pan consagrado para que ninguno de los fragmentos pudiera perderse. Las mujeres recibían el pan consagrado sobre una tela blanca, llamada “dominicale”.

3

En el rito actual, declarado erróneamente como un rito de la Iglesia antigua, los fieles reciben la hostia no en la derecha sino en la mano izquierda y luego se toma la hostia con los dedos y se pone la Comunión en la boca. Esta manera fue inventada por los calvinistas ya en el siglo 17. Desde el punto de vista del gesto tal rito más bien es como una forma de auto-Comunión e igual que la forma de tomar alimentos comunes.

4

El Papa Pablo VI, dando la posibilidad de un indulto para la Comunión en la mano (cf. Instrucción “Memoriale Domini” de 29 de mayo de 1969), pidió sin embargo que el rito tradicional se conservase en toda la Iglesia:“Este modo de distribuir a la santa comunión [el tradicional], considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado”. Además: en el mismo documento la Santa Sede exhorta con vehemencia a los obispos, sacerdotes y fieles a observar diligentemente la ley vigente y confirma una vez más el derecho a recibir la Sagrada Comunión de la manera tradicional (véase ibid.) . Ya durante el Concilio Vaticano II el Siervo de Dios Papa Pablo VI declaró en su encíclica “Mysterium fidei” de 1965 , que no debe ser cambiado el rito de la Santa Comunión con referencia a una costumbre de la Iglesia antigua : “Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se encontrasen bajo la violencia de la persecución, ya por amor de la vida monástica viviesen en la soledad, solían alimentarse diariamente con la Eucaristía, tomando la sagrada Comunión aun con sus propias manos, cuando estaba ausente el sacerdote o el diácono. No decimos esto, sin embargo, para que se cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión, establecido después por las leyes eclesiásticas y todavía hoy vigente, sino sólo para congratularnos de la única fe de la Iglesia, que permanece siempre la misma.” (nn. 62-63). Algunos años antes el Siervo de Dios Papa Pío XII, en el mismo sentido, advirtió en contra de cambiar los actuales ritos eucarísticos y costumbres reverentes: “Así como ningún católico sensato puede rechazar las fórmulas de la doctrina cristiana compuestas y decretadas con grande utilidad por la Iglesia, inspirada y asistida por el Espíritu Santo, en épocas recientes, para volver a las fórmulas de los antiguos concilios, ni puede repudiar las leyes vigentes para retornar a las prescripciones de las antiguas fuentes del Derecho canónico; así, cuando se trata de la sagrada liturgia, no resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición de la divina Providencia y por la modificación de las circunstancias. Tal manera de pensar y de obrar hace revivir, efectivamente, el excesivo e insano arqueologismo despertado por el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por resucitar los múltiples errores que un día provocaron aquel conciliábulo y los que de él se siguieron, con gran daño de las almas, y que la Iglesia, guarda vigilante del «depósito de la fe» que le ha sido confiado por su divino Fundador, justamente condenó[53]. En efecto, deplorables propósitos e iniciativas tienden a paralizar la acción santificadora con la cual la sagrada liturgia dirige al Padre saludablemente a sus hijos de adopción.”(Encíclica “Mediator Dei”, nn .81-83).

5

Las razones de Pablo VI a favor del rito tradicional de la Comunión hoy más válidas que nunca:

  1. La creencia sobre la Presencia Real de Cristo en el misterio eucarístico era mucho más profunda en toda la iglesia (cf. ibid.).
  2. La urgencia de una mayor reverencia exterior (cf. ibíd.).
  3. El sentimiento de humildad hacia este sacramento en quien lo recibe (cf.ibid.).

  1. Se trata de una tradición de muchos siglos (cf. ib.).

  1. Se garantiza de una manera más eficaz la solemnidad y la dignidad del momento de la distribución de la comunión (cf. ibíd.).

  1. Se evita de una manera más eficaz el peligro de profanación de las sagradas especies (cf. ib.).

  1. Por la manera tradicional se conserva de una manera más diligente al cuidado de la Iglesia de que ningún fragmento del pan consagrado pueda perderse (cf. ibíd.).

6

Los recelos del Papa Pablo VI se han cumplido de manera indiscutible en base a la experiencia de la comunión en la mano en los últimos 40 años:

  1. La disminución de la reverencia hacia el Santísimo Sacramento del Altar (cf. ibíd.).
  2. Las profanaciones del mismo sacramento (cf. ibíd.).
  3. La alteración de la recta doctrina y la fe eucarística (cf. ibíd.).

7

Las condiciones en las que el Papa Pablo VI concedió la posibilidad de un indulto no han sido observadas o cumplidas, y en general la situación general que inspiraron dichas condiciones generales son hoy bastante peores. Pablo VI requería evitar cualquier peligro (cf. ib.):

  1. El peligro de la caída de la reverencia.
  2. La insinuación de opiniones erróneas sobre la Sagrada Eucaristía
  3. Otras cosas impropias.

8

Por otra parte, el Papa Pablo VI esperaba que la nueva forma del rito de la Comunión traería un aumento de la fe y de la piedad de los fieles (cf. ibíd.). Esta expectativa, sin embargo, se ve contradicha hoy en día por los hechos a causa de la Comunión en la mano.

9

En vista de los peligros reales y teniendo en cuenta la opinión negativa de la mayoría del episcopado católico, que fue consultado sobre este tema en 1968, la Instrucción “Memoriale Domini” indicaba que Pablo VI pensaba que el rito tradicional de administrar la Comunión no debía cambiarse (cf. ibíd.).

10

El rito actual de la Comunión en la mano, que nunca perteneció al patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica (porque fue inventado por los calvinistas y difiere sustancialmente del rito en los primeros siglos de la Iglesia), ha causado y sigue causando un daño de dimensiones verdaderamente preocupantes, es decir: dañando la verdadera fe eucarística, la reverencia y el cuidado con el Fragmentos eucarísticos en el límite de lo soportable.

11

La Eucaristía es el culmen y la fuente de toda la vida de la Iglesia (Vaticano II), la Iglesia vive de la Eucaristía (Encíclica y testamento del Beato Juan Pablo II) y la Eucaristía es por consiguiente el corazón mismo de la Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia de hoy se revela en la manera en que esta fuente y este corazón se tratan concretamente. Sin embargo, a causa de la Comunión en la mano y de pie, el Santísimo se trata con un verdadero minimalismo de reverencia exterior y sacralidad, y por otra parte, el pan consagrado, el más precioso tesoro de la Iglesia, se expone con una asombrosa falta de cuidado a una enorme pérdida de fragmentos eucarísticos y al cada vez mayor robo con fines sacrílegos. estos son hechos que nadie de buena fe puede negar.

12



La propia crisis de la Iglesia de hoy es en realidad una crisis de la Eucaristía y más concretamente una crisis causada de manera decisiva por la comunión en la mano, una crisis pronosticada por Pablo VI y demostrada hoy en día por los hechos. Una auténtica reforma de la Iglesia y una nueva evangelización real seguirán siendo menos eficaces si no curamos la enfermedad principal, que es la crisis general Eucarística y más concretamente la crisis provocada por el rito de la Comunión en la mano. La enfermedad se cura más eficazmente no con la cura de los síntomas, sino con la cura de la causa concreta. Se habla sin duda de una manera general y teórica sobre la necesidad de un mayor respeto y cuidado del pan consagrado. Sin embargo, mientras permanezca la causa concreta de la irreverencia y de la dejadez generalizada, es decir, la comunión en mano, los discursos y los programas necesarios de una reforma y de una nueva evangelización no tendrán un gran efecto en el ámbito de la fe y de la piedad eucarística, que es el corazón de la la vida de la Iglesia.

13

El más pequeño, el más frágil, el más indefenso hoy en día en la Iglesia es el Señor eucarístico bajo las especies eucarísticas en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión. ¿No sería una demanda más lógica de la fe y del amor hacia el Señor eucarístico y una medida pastoral más necesaria prever que podría haber una manera más sagrada y más segura de distribuir la comunión con el fin de defender al Señor en la Eucaristía, que es el más frágil y al mismo tiempo el más sagrado? Esa manera más sagrado y más segura es el rito de la Comunión en la lengua y de rodillas, que ha dado abundantes frutos durante más de mil años, como recordó el Papa Pablo VI y también su sucesores, sobre todo el Papa Benedicto XVI.

14

Se pueden aducir razones pastorales a favor de continuar con la práctica de la Comunión en la mano, como por ejemplo el derecho de los fieles a elegir. Este derecho, sin embargo, viola -teniendo en cuenta las proporciones generales de la práctica- el derecho que tiene Jesús Eucarístico, es decir, el derecho a la mayor sacralidad y reverencia posibles. En este sentido se trata del derecho del más frágil en la Iglesia. Todas las razones en favor de la continuación de la práctica de la Comunión en la mano pierden su peso al enfrentar la gravedad de la situación del minimalismo de reverencia y sacralidad, el peligro evidente de la falta de cuidado y la pérdida de fragmentos y del creciente robo de las hostias consagradas. La continuación de la utilización del indulto de la Comunión en la mano no puede decirse que sea una necesidad pastoral, ya que daña la fe y la piedad de los fieles y daña los derechos del Señor Eucarístico mismo

15

Grandes santos que reformaron la Iglesia y verdaderas almas apostólicas en la historia de la Iglesia dijeron: el progreso espiritual de una época de la Iglesia se mide por la forma de reverencia y la devoción hacia el Sacramento del Altar. Santo Tomás de Aquino ha expresado esta verdad muy sucintamente: “Sic nos Tu visita, sicut Te colimus” (Santo Tomás de Aquino, himno “Sacris solemniis”): ¡Señor, visítenos en la medida en que te veneramos! Esto es válido también para nuestros días: el Señor visitará a Su Iglesia hoy en día con gracias especiales de una auténtica renovación, tan deseada por el Beato Juan XXIII y los Padres del Concilio Vaticano II, en la medida en que es amado y también venerado de manera visible sobre todo en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión.

quarta-feira, 11 de junho de 2014

A dedicação da nova catedral de Karaganda e Mons. Athanasius Schneider




A dedicação da nova catedral de Karaganda

Postado em 13 setembro 2012 por E. Marçal

Com informações do site da Diocese de Karaganda
Créditos das imagens da dedicação pertencentes ao álbum da Diocese de Karaganda no Picasa

E ainda há quem diga que o gótico não responde mais aos anseios espirituais de nossos dias. Há também os que defende que o gótico só nos lembram da arquitetura católica fruto de uma época [ultrapassadíssima!] e que deve ficar condicionada a ela, como peças num museu.
“Que hoje esqueçamos o medievo e que nos venha o estéril moderno!”.
Porta da Catedral de Koln
Porta principal da Catedral de Colônia
A maior representação do gótico sacro e modelo para a Catedral de Karaganda
A crítica não se sustenta apenas no moderno, não acreditamos que apenas o antigo, ao sabor da Idade Média, é o que vale. Repudiamos o moderno distorcido e mudo em significado religioso e, principalmente, cristão – como a Catedral de Los Angeles. Contudo, inegavelmente, o gótico e seus derivados ou semelhantes carregam em si mais características transcendentais, usadas ao longo de centenas de anos e por muitas nações, do que traços modernos sem muita ou nenhuma ligação com o âmbito religioso.
Mas, se o gótico seria praticamente comum em nações ou de tradição cristã ou forte influência do cristianismo, como esperar uma catedral em estilo neogótico recentemente construída no Cazaquistão, onde os católicos (romanos e orientais) são apenas 1% da população e foram alvo de uma dura e implacável perseguição durante o falido regime soviético.

Breve histórico

A ideia primordial de construir uma nova catedral, no lugar da velha Sé de São José, começou em Mons. Jan Pawel Lenga, arcebispo (título ad personam) de Karaganda até a sua renúncia em 05 fevereiro 2011. Ele desejava uma nova igreja que oferecesse possibilidades de “evangelização por meio da beleza”, mas também uma expiação visível e permanente dos crimes do regime comunista. Portanto, desde aqui Mons. Jan Lenga quis dedicá-la ao patrocínio de Nossa Senhora de Fátima, que alertou aos Pastorinhos dos pecados a que o mundo assistiria nos anos seguintes à sua aparição.
Inspirados no exemplo mais marcante da arquitetura gótica – a Catedral de Colônia, o projeto da nova igreja foi desenhado em esboço do arquiteto alemão Dr. Karl-Maria Ruf, com as modificações estruturais necessárias às condições climáticas locais definidas por um arquiteto local, Vladimir Gregorevitsch Sergeyev.
Providencialmente, em 13 maio 2003 as autoridades civis de Karaganda decidiram favoravelmente ao pedido da Diocese sobre um terreno situado numa área no sudoeste da cidade, área mais visível que a da Velha Sé. Quatro dias depois, o Cardeal Angelo Sodano, então Secretário de Estado, convidado pelo Presidente da República Nursultan Nazarbayev Abishevitsch, abençoou o terreno e a pedra fundamental da construção.
O então Pe. Athanasius Schneider e o Arcebispo conversaram exaustivamente com uma sociedade laical austríaca inclinada a cobrir os custos financeiros da edificação da nova catedral. E assim foi estabelecido.
Mons. Athanasius Schneider
Sem dúvida alguma, Mons. Schneider, professo na Ordem da Santa Cruz, foi quem mais contribuiu individualmente com esta audaciosa iniciativa. E colaborou ainda mais quando foi eleito em 2006 Bispo Auxiliar de Karaganda. Desde então e simultaneamente, ele tem se desenhado na Igreja como um jovem bispo (atualmente com 51 anos) defensor de uma liturgia tradicional, e audacioso ao sugerir, e causando um alvoroço na plateia que o ouvia num congresso em Roma, que o Papa publicasse um novo Syllabus, desta vez contra os erros de interpretação do Concílio Vaticano II. Mons. Schneider é fluente no português, uma vez que ele estudou e foi professor no seminário de Anápolis (Goiás), um dos redutos tradicionais brasileiros.

A dedicação litúrgica

Mons. Janusz Kaleta
Com tantas peculiaridades – histórico do povo e significado espiritual do edifício, o bispo de Karaganda, Mons. Janusz Kaleta, nomeado em fevereiro de 2011, apresentou o pedido que o Papa Bento XVI dedicasse a nova catedral. Para isto ele nomeou um legado seu, o Cardeal Angelo Sodano, Decano do Colégio Cardinalício, para presidir a cerimônia com rito de dedicação da igreja e sagração do altar no último domingo, dia 09.
Mons. Konrad Krajewski
Um dos cerimoniários pontifícios e a quem coube a direção do serviço litúrgico da dedicação
O eminente prelado chegou ao Cazaquistão no sábado, dia 08, acompanhado dos outros 2 membros da delegação pontifícia: o mesmo Mons. Athanasius Schneider, hoje Bispo Auxiliar de Astana (capital do País), e Mons. Konrad Krajewski, o 2º cerimoniário das celebrações papais, que dirigiu a Missa com rito de dedicação.
Na Missa estiveram presentes, além dos 1.500 fiéis, bispos orientais unidos à Roma, delegações de Igrejas Ortodoxas locais, de comunidades islâmicas (47% dos mais de 17 milhões de habitantes): uma prova das boas relações que os católicos mantêm com as outras confissões cristãs e até mesmo com o governo civil, a ponto deste se sentir honrado com a construção e a beleza da nova catedral, um gesto de que a Igreja Católica é favorável à promoção da cultura. Não obstante, há falta de sacerdotes e de recursos financeiros para a construção de novas igrejas.
É de se notar que não houve a assistência de diáconos na Missa, como também é surpreendente a nobre simplicidade dos paramentos e demais objetos sacros, demonstrando que, realmente, a construção foi laboriosa e que, apesar das condições, é possível oferecer um culto digno do Senhor.
Para mais informações, inclusive sobre as 14 pinturas encomendadas para a cripta da Catedral, leia a entrevista com Mons. Schneider.
 

Monsenhor Athanasius Schneider : tudo, na Liturgia da Santa Missa, deve servir para que se exprima da mais nítida forma, a realidade do Sacrifício de Cristo

As cinco chagas da Liturgia
(Texto em português de Portugal)
INTRODUÇÃO:
Prendeu-se-nos a atenção sobre este bem singular título, pelo simples facto de seu autor ser justamente o autor do já bem conhecido livro “Dominus est”, que nos vem esclarecer o tão profanado mistério da Eucaristia, nestes nossos tristes dias de hoje. Não havia dúvidas: teríamos que o tornar conhecido pelos leitores de “Anunciai a Boa Nova”, uma vez que também as nossas edições tiveram o gosto de traduzir o seu livro “Dominus este ele continuar à disposição de todos os leitores de “Edições Boa Nova”.
É bom não esquecer que este mesmo livro é prefaciado justamente pelo Secretário da Congregação do Culto Divino e da Disciplina dos Sacramentos, Sua Eminência, o Cardeal Ranjith, o que nos dá também uma perfeita idéia do que dele pensa o actual Papa Bento XVI. Aliás, todos deveremos certamente já conhecer a ideal forma como o próprio Papa administra sempre a Sagrada Comunhão: de joelhos, na “Mesa da comunhão”, e na boca. E este é também o motivo pelo qual, nesta nossa Fraternidade, assim se administra a Sagrada Comunhão.
Edições Boa Nova.
QUEM É MONS. SCHNEIDER?
Para o célebre vaticanista Sandro Magister, Monsenhor Athanasius Schneider é, com o Cardeal Ranjith, o melhor aluno de Bento XVI. Um aluno que o é, não apenas pelas idéias que defende, mas também pelo estilo que ostenta ou divulga.
Longe de ser um bispo mediático, é um homem meigo e bom, que respira uma fé profunda e tranqüila.
Nasceu no dia 7 de abril de 1961, no seio de uma família alemã (mas originária da Alsácia) deportada por Staline e um de seus avós foi mesmo fusilado em 1936, porque era considerado como “Koulak” (rico proprietário camponês, na Rússia).
Em 1973, a sua família conseguiu partir para a Alemanha, onde o jovem Schneider, que apenas falava russo, teve de se familiarizar como alemão e seguir o curso escolar em instituições religiosas.
Entrou seguidamente na Congregação dos Cônegos regulares da Santa Cruz e foi ordenado Sacerdote no dia 25 de março de 1990.
CHAMADO PARA O KASAQUISTÃO
No momento da preparação do seu doutoramento em teologia patrística em Roma, o futuro Mons. Schneider encontrou-se com um sacerdote do Kasaquistão, que o convidou a ensinar no primeiro Seminário deste país. Finalmente, o arcebispo de Karaganda, Mons. Jan Pawel Lenga, pediu-lhe que ficasse neste país para o ajudar na reconstrução da Igreja.
Primeiro, director espiritual do Seminário, Athanasius Schneider passou a ser o Chanceler da Cúria Episcopal de Karaganda, redactor chefe do Jornal católico em língua russa, Credo. Fundou igualmente três paróquias, antes de ser ordenado bispo, em Roma, no dia 2 de junho de 2006.
Mons. Schneider é também o autor do pequeno livro: “Dominus est” para compreensão do rito da comunhão praticado por Bento XVI (já nos tempos de 2008). A obra compreende uma pequena parte, que nos conta a vida heróica das mulheres católicas, por ele chamadas “eucarísticas” que, na época da dominação soviética levavam em segredo a Sagrada Comunhão aos fiéis. A partir destes exemplos, que ele mesmo conheceu directamente, Mons. Schneider evoca ou traz-nos à recordação os Padres da Igreja e a história da Liturgia, tanto no Oriente como no Ocidente, esclarecendo-nos as razões e a importância de receber a Sagrada Comunhão de joelhos e na boca. Segundo Sandro Magister, “Quando Bento XVI leu o manuscrito de Mons. Schneider, em 2008, imediatamente ordenou às Edições do Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) que o publicassem.”
Bispo missionário num país em que os católicos estão em minoria, profundamente caritativo e dominado pelo bem das pessoas, Mons. Schneider é também um homem de convicções que são bem enraizadas numa verdadeira vida de oração e numa formação teológica de primeira classe. No momento do seu encontro com o Reunicato (1), em janeiro passado, numa sala paroquial da Igreja de Nossa Senhora das Graças, em Paris, deu uma boa sova, sobretudo a um jovem clérigo diocesano, com as suas firmes propostas, feitas aliás com uma grande e caritativa delicadeza. Demos, pois, a palavra a Mons. Schneider:
AS CINCO CHAGAS DA LITURGIA
Para falar correctamente da nova evangelização, é indispensável lançar primeiro o nosso olhar sobre Aquele que é o verdadeiro Evangelizador, isto é, Nosso Senhor e Salvador Jesus Cristo, o Verbo de Deus feito Homem.
O Filho de Deus veio a esta Terra para espiar e resgatar o maior pecado, o pecado por excelência. E este pecado, por excelência, da humanidade consiste na sua rejeição de adorar a Deus, na sua rejeição de Lhe reservar o primeiro lugar, o lugar de honra. Este pecado dos homens consiste no facto de se não prestar já atenção a Deus, no facto de se não ter já o verdadeiro sentido das coisas, isto é, nos pormenores ou pontos de vista que elevam ou nobilitam Deus e a adoração que Lhe é devida, no facto de se não querer já ver Deus, no facto de se não querer já ajoelhar diante d’Ele.
Perante uma tal atitude, a Incarnação de Deus é incômoda ou embaraçosa, como embaraçosa é também, por conseqüência, a presença real de Jesus no mistério Eucarístico, e embaraçosa é também a centralidade da presença Eucarística de Deus nas igrejas. Com efeito, o homem pecador quer pôr-se no centro, tanto no interior da igreja como na celebração Eucarística: quer ser visto, quer ser notado. E é esta a razão pela qual Jesus Eucaristia, Deus Incarnado, presente no Sacrário sob a forma eucarística, se prefere colocar de lado. A própria representação do Crucificado, na Cruz, ao centro do altar, na celebração virada para o povo é embaraçosa, porque então, o rosto do sacerdote passaria a ficar ocultado. Por conseguinte, a imagem do Crucificado, no centro, tal como Jesus Eucaristia, no Sacrário, igualmente no centro, são embaraçosos ou incômodos.
E deste modo, a Cruz e o Sacrário são pura e simplesmente postos de lado. Durante o Ofício, os assistentes devem poder ver ou observar permanentemente o rosto do sacerdote e este tem todo o prazer em se colocar literalmente no centro da Casa de Deus. E se por acaso Jesus Eucaristia é mantido no seu Sacrário, no centro do altar, porque o Ministério dos Monumentos Nacionais, mesmo sob um regime ateu, proibiu, por razões de simples conservação do patrimônio artístico, deslocá-Lo, o sacerdote, muitas vezes, ao longo de toda a celebração litúrgica, volta-Lhe às costas sem escrúpulo algum.
JESUS NO CENTRO
Quantas vezes, maravilhados, os fiéis adoradores de Cristo, na sua simplicidade e humildade se terão visto a clamar: “Abençoados sejais vós, os Monumentos Nacionais! Vós mesmos, pelo menos, nos tereis deixado Jesus no centro da nossa igreja.”
Só a partir da adoração e da glorificação de Deus e dá Igreja se poderá anunciar, de uma forma adequada, a Palavra da Verdade, isto é, evangelizar. Antes que o mundo ouvisse Jesus, o Verbo eterno feito carne, pregar e anunciar o Reino, Jesus calou-se e adorou durante trinta anos. E isso mesmo fica sendo para sempre a lei da vida e acção da Igreja, assim como a de todos os evangelizadores.
É na forma de tratar a liturgia que se decide a sorte da fé e da Igreja, afirmou o Cardeal Ratzinger, nosso actual Santo Padre, o Papa Bento XVI. O Concílio Vaticano II, quis lembrar a Igreja que realidade e acção deveriam tomar o primeiro lugar na sua vida. E foi justamente para isso que o primeiro documento conciliar foi consagrado à Liturgia. A respeito disso, o Concílio dá-nos os seguintes princípios:
Na Igreja, e por conseguinte na Liturgia, o humano se deve ordenar ao divino, o visível ao invisível, a acção à contemplação e o presente à Cidade futura a que todos nós aspiramos (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 2).
Por isso, tudo, na Liturgia da Santa Missa, deve servir para que se exprima da mais nítida forma, a realidade do Sacrifício de Cristo, isto é, as orações de adoração, de acção de graças, de expiação, de petição, que o Eterno Sumo Sacerdote apresentou a Seu Pai.
UM CÍRCULO ABERTO
O rito e todos os pormenores ou detalhes do Santo Sacrifício da Missa devem estar orientados no sentido da glorificação e da adoração de Deus, insistindo-se, sobretudo, na centralidade da Presença de Cristo, quer no sinal e na representação do Crucificado, quer na Presença Eucarística no Sacrário, e sobretudo, no momento da Consagração e da Sagrada Comunhão. Quanto mais isto mesmo for respeitado, tanto menos o homem se coloca no centro da celebração, tanto menos a celebração se assemelha a um círculo fechado, mas sim pelo contrário está aberto, mesmo de uma forma exterior, para Cristo, como numa verdadeira procissão que se dirige para Ele, com o sacerdote à cabeça; e quanto mais uma celebração litúrgica reflectir, de uma forma verdadeira, o sacrifício de adoração de Cristo na cruz, tanto mais ricos serão os frutos que os participantes irão receber na sua alma, que vêm da glorificação de Deus, tanto mais o próprio Deus os honrará.
Quanto mais o sacerdote e os fiéis procurarem em verdade, nas celebrações Eucarísticas, a glória de Deus e não a glória dos homens, e não procurarem receber a glória uns dos outros, tanto mais Deus os honrará, deixando, então, que a sua alma participe, de uma forma bem mais intensa e mais fértil, na glória e na honra de Sua vida divina.
Na hora actual e em diversos lugares da Terra, muitas são as celebrações da Santa Missa, em que se poderia dizer a seu respeito as palavras seguintes, invertendo deste modo as palavras do Salmo 113 B, versículo 1: “A nós, ó Senhor, e a nosso nome, dai glória” e por outro lado, o propósito de tais celebrações se aplicam as palavras de Jesus: “Como podeis acreditar, vós que tirais a glória uns dos outros e não buscais a glória que vem de Deus?” (Jo. 5, 44). O Concílio Vaticano II emitiu, a respeito de uma reforma litúrgica, os princípios seguintes:
1 – O humano, o temporal, a actividade devem, durante a celebração litúrgica, orientar-se pelo divino, pelo eterno, pela contemplação, e ter um papel subordinado, relativamente a estes últimos (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 21).
2 – Durante a celebração litúrgica, dever-se-á encorajar ou estimular a tomada de consciência de que a liturgia terrestre participa da liturgia celeste (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 8).
3 - Não deve haver nela absolutamente nenhuma inovação e, por conseguinte, nenhuma criação nova de ritos litúrgicos, sobretudo no rito da Missa, a não ser que seja para um proveito verdadeiro e certo a favor da Igreja e sob a condição de que se proceda com prudência e de que eventualmente formas novas substituam formas já existentes de maneira orgânica (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 23).
4 – Os ritos da Missa devem ser de tal forma, que o sagrado seja expresso mais explicitamente (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 21) .
5 – O latim deve ser conservado na liturgia, e sobretudo na Santa Missa (cf. Sacrosanctum Concilium, n.os 36 e 54).
6 – O canto gregoriano tem o primeiro lugar na liturgia (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 116).
Os Padres conciliares viam as suas propostas de reforma como a continuação da reforma de São Pio X (cf. Sacrosanctum Concilium, n. os 112 e 117) e do servo de Deus Pio XII, e com efeito, na constituição litúrgica, é a encíclica Mediator Dei do Papa Pio XII que mais é citada.
O Papa Pio XII deixou à Igreja, entre outros, um princípio importante da doutrina sobre a santa liturgia, isto é, a condenação daquilo que se chama o arqueologismo litúrgico, cujas propostas coincidiam largamente com as do sínodo jansenista e protestantizante de Pistóia, de 1786 (cf. Mediator Dei, n. os 63 e 64). E que de facto lembra os pensamentos teológicos de Martinho Lutero.
UM SACRIFÍCIO E NÃO UM BANQUETE
Eis porque já o Concílio de Trento condenou as idéias litúrgicas protestantes, notavelmente a acentuação exagerada da noção de banquete na celebração Eucarística em detrimento do carácter sacrificial, a supressão dos sinais unívocos de sacralidade como expressão do mistério da liturgia (cf. Concílio de Trento, seção XXII).
As declarações litúrgicas doutrinais do magistério, como neste caso do Concílio de Trento e da Encíclica Mediator Dei, que se reflectem numa práxis litúrgica secular, isto é, de mais de um milênio, constante e universal, estas declarações, por conseguinte, fazem parte deste elemento da santa Tradição que se não pode abandonar, sem correr graves riscos no plano espiritual.
Estas declarações doutrinais sobre a liturgia, retomou-as o Vaticano II, como se pode constatar ao ler os princípios do culto divino na constituição litúrgica Sacrosanctum Concilium.
Como erro concreto no pensamento e agir do arqueologismo litúrgico, o Papa Pio XII cita a proposta feita de dar ao altar a forma de uma mesa (cf. Mediator Dei, n. 62). Se já o Papa Pio XII recusava o altar com uma forma de mesa, imagine-se como ele teria a fortiori, com maior força de razão rejeitado a proposta de uma celebração como ao redor de uma mesa “versus populum (virada para o povo)!
Se o Sacrosanctum Concilium ensina no n. 2 que, na liturgia, a contemplação deve ter a prioridade e que toda a celebração da Santa Missa deve ser orientada para os mistérios celestes (cf. itens n. os 2 e 8), nele se encontra um eco fiel da seguinte declaração do Concílio de Trento que dizia:
“uma vez que a natureza do homem está feita de tal modo, que se não deixa facilmente erguer para a contemplação das coisas divinas sem ajudas exteriores, a Mãe Igreja, na sua benevolência, introduziu ritos preciosos; e recorreu, apoiando-se no ensinamento apostólico e na tradição, as cerimônias tais como bênçãos cheias de mistérios, velas ou círios, incenso, vestes litúrgicas e muitas outras coisas; tudo isso deveria incitar os espíritos dos fiéis, graças a sinais visíveis da religião e da piedade, à contemplação das coisas sublimes.” (Sessão XXII, cap. 5)
Os ensinamentos citados do magistério da Igreja, e sobretudo o da Mediator Dei , foram sem dúvida alguma reconhecidos pelos Padres conciliares como plenamente válidos; por conseguinte, eles mesmos devem continuar hoje ainda a ser plenamente válidos para todos os filhos da Igreja.
Na sua carta dirigida a todos os bispos da Igreja católica, que Bento XVI juntou ao motu próprio Summorum Pontificum de 7 de julho de 2007, o Papa faz esta declaração importante: “Na história da liturgia, há crescimento e progresso, mas não ruptura. Aquilo que foi sagrado para as gerações passadas, deve permanecer sagrado e grande para nós.”
Dizendo isto, o Papa exprime o princípio fundamental da liturgia que o Concílio de Trento, o Papa Pio XII e o Concílio Vaticano II ensinaram.
PRINCÍPIOS NÃO SEGUIDOS
Se olharmos agora, sem preconceitos e de uma forma objectiva, para a prática litúrgica da esmagadora maioria das Igrejas em todo o mundo católico, em que a forma ordinária do rito romano está em uso, com toda a honestidade, ninguém poderá negar que os seis princípios litúrgicos mencionados pelo Concílio Vaticano II não são respeitados ou apenas o serão bem pouco; muito embora se declare, erroneamente, que essa prática da liturgia foi sonhada pelo Vaticano II.
Há um certo número de aspectos concretos, na prática dominante actual, no rito ordinário que representam uma verdadeira ruptura ou contradição com uma prática litúrgica constante, desde há mais de um milênio. Trata-se dos seguintes usos litúrgicos, que bem se poderão designar como sendo AS CINCO CHAGAS DO CORPO MÍSTICO LITÚRGICO DE CRISTO.
Trata-se de chagas, porque elas representam uma violenta ruptura com o passado; porque na realidade elas põem um bem menor acento no carácter sacrificial, que entretanto é extraordinariamente belo e que é justamente o carácter central e essencial da Santa Missa, e sublinham acima de tudo a idéia de banquete. E tudo isso diminui os sinais exteriores da adoração divina, porque põem em muito menor relevo o carácter do mistério, naquilo que ele tem de celeste e eterno.
Quanto às cinco chagas, trata-se daquelas que, com excepção de uma delas (as novas orações do ofertório), não estão previstas na forma ordinária do rito da Santa Missa, mas foram INTRODUZIDAS PELA PRÁTICA DE UM MODO BEM DEPLORÁVEL.
1 – A primeira chaga e a mais evidente é a celebração do Santo Sacrifício da Missa, em que o sacerdote celebra virado para os fiéis, particularmente na Oração Eucarística e na Consagração, o momento mais alto e o mais sagrado da adoração que é devida a Deus. Esta forma ou posição exterior corresponde mais, pela sua natureza, à forma de que se faz uso no momento em que se partilha uma refeição. Estamos, pois, na presença de um círculo fechado. Ora, esta forma, não está de modo algum conforme com o momento da oração, e muito menos ainda com o da adoração. Esta forma, de modo algum foi sequer sonhada ou desejada e jamais foi recomendada pelo magistério dos Papas postconciliares. O Papa Bento XVI escreve, no seu prefácio ao primeiro tomo das suas obras completas:
“A idéia de que o sacerdote e a assembléia devem estar a olhar-se no momento da oração nasceu entre os modernos e é absolutamente estranha à cristandade tradicional. O sacerdote e a assembléia não se dirigem mutuamente uma oração, mas é ao Senhor que ambos se dirigem, eis porque, na oração, eles mesmos devem olhar na mesma direcção: ou para o Oriente, como sendo esta direção o símbolo cósmico do regresso do Senhor, ou então, onde isto não seja possível, para uma imagem de Cristo situada na ábside, para uma cruz ou muito simplesmente para o alto.”
VIRADOS PARA O SENHOR
A forma da celebração em que todos dirigem o seu olhar para a mesma direcção (conversi ad orientem, ad Crucem, ad Dominum – virados para o Oriente, para a Cruz, para o Senhor) é até mesmo evocada pelas rubricas do novo rito da Missa (cf. Ordo Missae, n. 25, nn 133 e 134). A celebração que se chama “versus populum(virado para o povo) não corresponde evidentemente à dieia da santa liturgia, tal como ela é mencionada nas declarações do documento do Vaticano II (Sacrosanctum Concilium n. 2 e 8).
2 – A segunda chaga é a comunhão na mão, espalhada praticamente em toda a parte, no mundo.
A segunda chaga é a comunhão na mão, espalhada praticamente em toda a parte, no mundo. Não só esta forma de receber a comunhão não foi evocada ou citada de modo algum pelos Padres conciliares do Vaticano II, mas também é tristemente introduzida por um certo número de bispos em claríssima desobediência à Santa Sé, e no desprezo do voto negativo, em 1968, da maioria do corpo episcopal (1). Só depois o Papa Paulo VI a legitimou sob condições particulares, e bem contra a sua própria vontade.
O Papa Bento XVI, depois da festa do Santíssimo Sacramento de 2008, não mais distribuiu a Comunhão senão a fiéis de joelhos e na língua, exigindo sempre a chamada “mesa da comunhão”, e não apenas em Roma, mas também em todas as igrejas locais que visita. Com esta atitude, ele mesmo dá a toda a Igreja, um claro exemplo do magistério prático em matéria litúrgica. Se a maioria qualificada do corpo episcopal, três anos depois do Concílio, rejeitou ou recusou a Comunhão na mão, como algo de nocivo ou prejudicial, quanto mais os Padres conciliares o teriam igualmente feito!
(1) – Em Portugal, e soubemo-lo directamente do próprio Arcebispo Primaz, D. Francisco Maria da Silva, infelizmente, esta determinação veio de uma simples votação feita pela própria Conferência Episcopal reunida em Fátima. Venceu a maioria, mas o próprio Arcebispo de Braga de então exigiu que na Acta da reunião se declarasse: “O Arcebispo de Braga não assina esta decisão.” Ainda hoje recordamos o próprio lugar do Santuário do Sameiro em que o Sr. D. Francisco Maria da Silva no-lo declarou pessoalmente, ao dizer-nos qual a sua opinião sobre a Comunhão na mão. E reconhecemos aliás que, já nesse tempo, a opinião do Arcebispo de Braga, D. Francisco Maria da Silva, estava plenamente de acordo com a decisão do Papa de hoje, Bento XVI.
3 – A terceira Chaga são as novas orações do Ofertório.
Elas são uma criação inteiramente nova e jamais foram usadas na Igreja. Estas orações exprimem muito menos a evocação do mistério do Sacrifício da Cruz, que a de um banquete, que lembra as orações da refeição sabática dos Judeus. Na tradição mais que milenária da Igreja, tanto do Oriente como do Ocidente, as orações do Ofertório tem sempre sido orientadas expressamente no sentido do mistério do Sacrifício da Cruz (cf. p. ex. Paul Tirot, História das orações do ofertório, na liturgia romana, do século VII ao século XVI, Roma, C.L.V., 1985).
Uma tal criação absolutamente nova está sem dúvida alguma em contradição com a formulação bem clara do Vaticano II que lembra: “Finalmente, não se introduzam inovações, a não ser que uma utilidade autêntica e certa da Igreja o exija, e com a preocupação de que as novas formas como que surjam a partir das já existentes” (Sacrosanctum Concilium, n. 23).
4 – A quarta chaga é o desaparecimento total do latim e do canto gregoriano, na imensa maioria das celebrações Eucarísticas de forma ordinária, na totalidade dos países católicos.
Está nisso uma infracção directa contra as decisões do Vaticano II.
5 – A quinta Chaga é o exercício dos serviços litúrgicos de Leitor e de Acólito por mulheres, assim como o exercício destes mesmos serviços em hábito civil, penetrando assim no coro durante a Santa Missa, vindos directamente do espaço reservado aos fiéis.
Este costume jamais existiu na Igreja ou, pelo menos, nunca foi bem-vindo. Um tal costume confere à celebração da Santa Missa católica o carácter exterior de algo informal, o carácter e o estilo de uma assembléia, mais profana que religiosa. O segundo concílio de Niceia já proibia, em 787, tais práticas, editando este cânone: “Se alguém não está ordenado, não lhe é permitido fazer a leitura do ambão, durante a santa liturgia.” (can 14)
Esta norma foi constantemente respeitada na Igreja. Só o subdiáconos ou os leitores tinham o direito de fazer a leitura durante e liturgia da Missa. Em substituição do subdiáconos e leitores ou acólitos que viessem a faltar, só homens ou jovens moços de hábitos litúrgicos as poderiam fazer, e não mulheres, uma vez reconhecido que o sexo masculino, no plano da ordenação não sacramental dos leitores e acólitos representa simbolicamente a última ligação com as ordens menores.
Nos textos do Vaticano II, não é feita de modo algum qualquer menção da supressão das ordens menores e do subdiaconado, nem da introdução de novos ministérios. Na Sacrosanctum Concilium n.28, o Concílio faz a diferença entre minister e fidelis durante a celebração litúrgica e estipula ou determina que um e outro tenham direito de não fazer senão aquilo que lhes compete segundo a natureza da liturgia. O n. 29 menciona os “ministrantes”, isto é, os servos do altar que não receberam nenhuma ordenação. Em oposição a esses “ministrantes”, haveria, segundo os termos jurídicos da época, os “ministros”, isto é, aqueles que receberam uma ordem, quer maior, quer menor.
UM APELO A UM ESPÍRITO MAIS SAGRADO
Pelo motu próprio “Summorum Pontificum”, o Papa Bento XVI estipula ou determina que as duas formas de rito romano são de considerar e de tratar com o mesmo respeito, porque a Igreja continua a ser a mesma antes e depois do Concílio. Na carta que acompanhou o motu próprio, o Papa deseja que as duas formas se enriqueçam mutuamente. Além disso, deseja que na nova forma “se verifique, mais do que tem acontecido até ao presente, o sentido do sagrado, que acaba por atrair muitíssimas pessoas para o rito antigo.”
As quatro chagas litúrgicas ou infelizes práticas (celebração virada para o povo (versus populum), comunhão na mão, abandono total do latim e do canto gregoriano e intervenção das mulheres no serviço da leitura e no de acólitos), não tem em si mesmas nada a ver com a forma ordinária da missa e estão ainda mais em contradição com os princípios litúrgicos do Vaticano II. Se se pusesse termo a estas práticas, voltaríamos ao verdadeiro ensinamento litúrgico do Vaticano II. E nesse momento, as duas formas do rito romano se viriam então a aproximar muitíssimo, de forma que, pelo menos exteriormente, em nada teríamos que reconhecer ruptura alguma entre essas duas formas e, por esse motivo, não haveria ruptura alguma entre a Igreja antes do Concílio e a Igreja depois do mesmo Concílio.
Naquilo que se relaciona com as novas orações do Ofertório, seria desejável que a Santa Sé a substituísse pelas orações correspondentes da forma extraordinária ou, pelo menos, que permitisse a sua utilização ad libtum. E deste modo, seria evitada a ruptura entre as duas formas, não apenas exteriormente, mas também interiormente.
A ruptura na liturgia é justamente aquilo que a maioria dos Padres conciliares jamais quis; e testemunham-no muitíssimo bem as Actas do Concílio, porque nos dois mil anos de história da Liturgia na Santa Igreja, jamais houve ruptura litúrgica e, por conseguinte, jamais a deve haver agora. Pelo contrário, deve haver nela uma continuidade, como convém que o seja para o próprio magistério. As cinco chagas no corpo litúrgico da Igreja aqui evocadas ou indicadas reclamam ou exigem uma verdadeira cura. Elas mesmas representam uma ruptura semelhante à do exílio de Avinhão.
A situação de uma tão nítida ruptura numa expressão da vida da Igreja, que está bem longe de ser sem importância (outrora, a ausência dos papas da cidade de Roma; hoje, a ruptura visível entre a liturgia de antes e de depois do Concílio), e, por conseguinte, esta situação exige cura.
Eis porque se tem hoje necessidade de novos santos, de uma ou de mais Santas Catarinas de Sena (2). Tem-se necessidade da “Vox populi fidelis” (voz do povo fiel) a reclamar a supressão ou desaparecimento desta ruptura litúrgica. Mas o trágico da história é que hoje, como outrora, no tempo do exílio de Avinhão, uma grande maioria do clero, sobretudo do alto clero, se satisfaz com este exílio, com esta ruptura. Antes que se possam esperar frutos eficazes e duradoiros da nova evangelização, é necessário primeiro que se instaure no interior da Igreja um processo de verdadeira conversão. Como poderemos nós chamar ou convidar os outros a converter-se enquanto entre aqueles que fazem este mesmo convite se não realizou ainda nenhuma conversão convincente para Deus, porque, na liturgia, eles mesmos se não viraram suficientemente para Deus, tanto interior como exteriormente? Celebra-se o Santo Sacrifício de Cristo, o maior mistério da fé, o acto de adoração mais sublime, num círculo fechado, olhando-se uns para os outros.
(2) Santa Catarina de Sena foi célebre nas suas famosas e bem determinantes cartas enviadas ao Papa, nesse tempo a viver em Avinhão e não em Roma, declarando-lhe o seu indiscutível dever de viver em Roma e não em Avinhão. Graças a Deus, a biblioteca desta nossa Fraternidade tem a oportunidade de possuir e conhecer muito bem estas famosas cartas e variados escritos espirituais de S. Catarina de Sena. (n.d.t.p.)
A CONVERSÃO PARA DEUS “CONVERSIO AD DOMINUM”
Falta a “Conversio ad Dominum” necessária, mesmo exteriormente, fisicamente. Uma vez que durante a liturgia se trata Cristo como se não fosse Deus, e que se lhe não manifestam sinais exteriores claros de uma adoração devida só a Deus, pelo facto de os fiéis receberem a Sagrada Comunhão de pé e, mais ainda, tomarem a Hóstia Consagrada nas suas mãos, como se tratasse de um ordinário alimento, agarrando-o com os dedos e metendo-o eles mesmos na boca. Há nisto o perigo de uma espécie de arianismo ou de um semiarianismo eucarístico. Uma das condições necessárias de uma frutuosa nova evangelização seria o testemunho seguido por toda a Igreja no plano de culto litúrgico público, que observasse pelo menos estes dois aspectos de culto divino, isto é:
1 – Que em toda a terra, a Santa Missa fosse celebrada mesmo na forma ordinária, com a “Conversio ad Dominum” interiormente e também de um modo necessário exteriormente. Virados para Deus e não para o povo (versus Deum e não versus populum).
2 - E que os fiéis dobrassem o joelho diante de Cristo, no momento da Sagrada Comunhão, como o próprio São Paulo o pede, ao invocar o Nome e a Pessoa de Cristo (Fil. 2, 10); e que os mesmos fiéis O recebessem com o maior amor e o maior respeito possível, como aliás Lhe convém, como verdadeiro Deus que é. Deus seja louvado pelo Papa Bento XVI, que encetou ou iniciou, com duas medidas concretas, o processo do regresso do exílio avinhonês litúrgico (exílio litúrgico de Avinhão), isto é, pelo motu próprio Summorum Pontificum e pela reintrodução do rito da comunhão tradicional (de joelhos e na boca).
Há ainda necessidade de muitas orações e talvez de uma nova Catarina de Sena, a fim de que se realizem todos os outros passos, de forma a curar as cinco chagas do Corpo Litúrgico e Místico da Igreja e que Deus seja venerado na liturgia com esse amor, com esse respeito, com esse sentido do sublime, que foram sempre as características da Igreja e do seu Ensinamento, notavelmente através do Concílio de Trento, do Papa Pio XII, na sua encíclica Mediator Dei, do Concílio Vaticano II, na sua constituição Sacrosanctum Concilium e do Papa Bento XVI, na sua teologia da Liturgia, no seu magistério litúrgico prático e no motu próprio já citado.
Ninguém poderá evangelizar, se não tiver primeiro adorado, e mesmo se não adorar permanentemente e não der a Deus, a Cristo Eucaristia, a verdadeira prioridade, na forma de celebrar e em toda a sua vida. Com efeito, para retomar as palavras do próprio Cardeal Joseph Ratzinger: “É na forma de tratar a liturgia que se decide a sorte ou destino da fé e da Igreja.
Mons. Athanasius SCHNEIDER
15 de janeiro de 2012
(em “L’Homme Nouveau”, n° 1511 de 11.2.2012)